Revista FUERZA NUEVA, nº 500, 7-Ago-1976
¿QUO VADIS? (Si España volviera al sistema de partidos…)
En el número 410 de la revista correspondiente al 16-XI-1974, se publicó un artículo muy interesante de José María de Herosti titulado “Capitalismo, liberalismo y comunismo” dentro del cual se hacía referencia a la obra “El problema de Occidente y los cristianos” del profesor Frederick D. Wilhemsen, editada en 1964, cuando impartía clases de filosofía desde su cátedra de la Universidad de Navarra. El libro es excelente por su contenido, ya que con gran objetividad analiza el problema de Occidente, tal como se encontraba entonces, en su lucha contra el comunismo, implacable enemigo de nuestra civilización cristiana y católica. Pero lo es mucho más porque está resultando un libro profético, toda vez que varias de las advertencias premonitorias que en él aparecían se han confirmado plenamente, como ya en el artículo de José María de Herosti se reflejaba al hablar de Portugal.
Ni que decir tiene que la situación actual se ha agravado extraordinariamente, si se la compara con la que existía en 1964, por lo que el panorama es mucho más desolador (…) por las negras perspectivas que se avecinan, si Occidente no reacciona virilmente contra ese enemigo que desde el exterior y el interior de cada país (…) se dispone a dar el último y definitivo asalto.
Como quiera que se analiza con todo detalle el problema de España, consciente de que muchos españoles siguen hoy la táctica del avestruz (…) sin enterarse de nada de lo que ocurre a su alrededor me he permitido transcribir lo que dice al respecto (…). Antes, y dado que el problema español se compara con el italiano, veremos lo que dice de Italia (pág. 167 y sig.):
“En 1954, cuando De Gasperi murió, la izquierda democristiana empezó en serio su campaña para una orientación hacia el socialismo no-comunista, una orientación que hoy en día se llama "la apertura a la izquierda". El fundador de la "apertura" fue el político e intelectual Amintore Fanfani… Fanfani echó a un lado a todos los conservadores dentro de su propio partido, gracias a la ayuda de la administración de Kennedy. Empezó a cortejar a los socialistas de Nenni. Luego, Fanfani cayó, y el democristianismo se acercó aún más al socialismo. Actualmente, es difícil distinguir entre los socialistas y la mayoría de los democristianos. El democristianismo ya ha llegado a ser medio marxistado en cuanto a su mentalidad. Allí, los democristianos se unen con los socialistas y los comunistas en demostraciones contra la España católica. Allí, cualquier anarquista que ha cruzado la frontera española para sabotear la paz y el orden en España, recibe la simpatía y a veces la enhorabuena de los democristianos italianos por sus actos criminales contra el pueblo español”.
“Si analizamos este proceso histórico encontraremos un paralelo asombroso para España, si España volviera al sistema de partidos en aras de una hegemonía democristiana. De idéntica manera que la vuelta al sistema de partidos no cambió la situación antes de la revolución fascista, la vuelta aquí a la misma situación no cambiaría la que existía antes de la Cruzada. Por una temporada, los antiguos seguidores de Gil Robles y los amigos de Martín Artajo moldearían un partido democristiano para enfrentarse otra vez con la izquierda. Este partido, empapado de misticismo maritainiano y progresista, ocultaría al principio unas divisiones enormes entre monárquicos liberales, liberales republicanos, hombres del "centro" y simpatizantes del socialismo. Es posible que tal restauración del estado anterior pueda llevar consigo la monarquía liberal y su dinastía, a saber: la de Don Juan o de Don Juan Carlos”.
“También queda la posibilidad de que una restauración del antiguo sistema parlamentario prescinda del todo de la monarquía. En cualquier caso, la monarquía liberal no duraría mucho tiempo. Para aplacar a los izquierdistas, los democristianos —herederos de la antigua CEDA— sacrificarían la monarquía liberal dentro de un plazo de un par de años, quizás meses. La izquierda, después de veinticinco años de oposición, volvería para tachar de "fascista" cualquier colaboración o intervención en el gobierno del General Franco, acusándolo -injustamente— de haber sido una tiranía fascista. Puesto que la lucha de clases no se ha superado aquí y es aún más destacada que en Italia, la vuelta de la izquierda sería terrible. Los democristianos, después de haber sacrificado la monarquía vacía de los descendientes de Isabel II, sacrificarían a todas las derechas: la aristocracia, el capitalismo de presión, y todo el bagaje del liberalismo anticuado del siglo XIX. Lo harían para robar a los comunistas y socialistas sus armas más fuertes. En otras palabras, el demo-cristianismo presidiría la liquidación del orden existente en España. Haría el trabajo de la izquierda y así caería, como el democristianismo italiano, en las manos de la izquierda. Pero el último resultado sería aún más trágico, ya que el comunismo español, por ser español y por llevar la sangre y la pasión de todo lo español, tomaría su venganza de una manera espantosa, aunque al principio el comunismo disfrazaría sus designios so capa de una respetabilidad socialista”.
“Como el ejemplo italiano demuestra, una vuelta al democristianismo no es ninguna solución al problema del mundo y mucho menos al problema de España. Tal vuelta sería una reacción que dejaría al pueblo español en la misma situación en la cual se encontraba antes del Alzamiento, con la diferencia de que el enemigo habría aprendido mucho de su fracaso anterior y el democristianismo tendría que tratar con un ambiente mundial mucho más aprovechable por el enemigo que el que encontró en 1936, cuando el fascismo y no el comunismo dominaba la mitad de Europa. Si los mismos democristianos de tendencias moderadas y de un amor por su patria y sus tradiciones católicas quieren realizar su anhelo para la justicia social; si quieren liquidar el liberalismo clásico y el dominio del capitalismo de presión, pero de una manera cristiana y no violenta; si quieren compaginar con su
catolicismo todo lo viable dentro de su programa, tendrán que buscar una solución fuera de la estructura liberal de la vida política. Tendrán que rechazar una reacción. Tendrán que volver a una política verdaderamente cristiana y católica. Tienen que volver a casa, al tradicionalismo español”.
Hasta aquí cuanto quería destacar del libro.
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Que hemos vuelto al sistema de partidos, por obra y gracia de 338 procuradores (lo que en absoluto refleja la voluntad popular), es evidente. (…) Pero como de ningún consuelo habrá de servirnos que se castigue a los culpables y que Dios les demande lo que juraron, si España se hunde en los horrores del comunismo (…) de lo que se trata es de meditar sobre el futuro que nos augura el profesor Wilhelmsen, ante la indignación de todos los buenos españoles (…) ya se ha llegado a ese tropezón mayúsculo de “si España volviera al sistema de partidos”, que sirve de base al profesor para sacar conclusiones, buscando un paralelismo con Italia. (…)
R. DE CALATRAVA
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