La clave es la desigualdad en la distribución real de la riqueza. Desigualdad que viene generada, principalmente, por la existencia de un sistema de economía neoliberal. La nación puede ser rica, pero sus subditos medios encontrarse entre los más pobres de la tierra. La India es uno de los países más ricos del planeta. ¿Pero, para qué les sirve a sus habitantes tantísima riqueza?. En cambio, la España de Franco, que no era tan rica como los Estados Unidos o la India, sí logró asegurar para todo el mundo educación de calidad gratuíta, uno de los mejores sistemas sanitarios del planeta (eso es algo que hoy ya nadie niega, cuando se está a las puertas de su demolición), trabajo asegurado de por vida para todos, buenas leyes laborales, pagas extras, vacaciones pagadas de un mes de duración OBLIGATORIAS, jubilación, montepíos, seguro de enfermedad, mutuas patronales en caso de accidentes laborales, viviendas sociales para los trabajadores, centros vacacionales estatales, etc, etc...
Algunos me argumentarán que algunas de esas cosas, y quizás otras, en otros países europeos se lograron por otros medios. Y yo no voy a negárselo en ningún momento. Pero aquí, en nuestra España, solamente fué el franquismo quien nos legó todo ésto. Y posteriormente, con el régimen masónico-juancarlista, se fué consumiendo lentamente, reforma tras reforma, demolición tras demolición de nuestras industrias nacionales, traición tras traición... Y no pararán hasta no terminar con masacrar completamente y proletarizar de forma paupérrima a ese otro gran logro del tan denostado régimen franquista: la clase media. La clase media española es lo último que les queda por derribar a esta pandilla de sinvergüenzas...
Y ahora voy a publicar aquí un extracto de un artículo publicado en internet que también sabe ser muy crítico con el régimen franquista: Las dos caras del franquismo - Rankia
Es este tipo de mentalidad tecnocrática a la que yo me refería. Ésta es la forma de "razonar" típica de estas personas. Lo más irónico de todo es que incluso el propio Jasarhez podría darme la razón cuando yo considero que los datos aportados por el autor peronista del artículo no son concluyentes de nada a la hora de enjuiciar el bien común de la comunidad política. Me basta con poner el ejemplo, para hacerme entender, de las loas lanzadas bienintencionadamente (aunque denortadamente) por el historiador Pío Moa a la gestión económica-social de Aznar. Pío Moa dice, con toda razón, que fue una época de bonanza, los negocios prosperaban, la caja de la Seguridad Social estaba en superávit, el dinero corría a espuertas, etc, etc. Sin embargo, el amigo Jasarhez y un servidor estaremos de acuerdo en replicarle a Don Pío Moa que todo eso no es indicador o criterio suficiente de una mejora en el bien común de la comunidad política, pues Pío Moa no tiene en cuenta el coste o precio social que se ha tenido que pagar para la consecución de esos objetivos o, dicho con otras palabras, que el fin (por muy loables que sean) no justifica los medios empleados, pues éstos últimos pueden pesar muchísimo más (en forma perjudicial) en la balanza del bien común que los objetivos o fines buenos logrados.
¡PUES BIEN! Mutatis mutandis, esto es exactamente lo que ocurre con el franquismo y eso lo que trato de hacer entender, y que no comparte o no quiere compartir Jasarhez. ¿Cree usted, Jasarhez, que todas esas leyes de protección o cubierta de los diferentes aspectos sociales elevadas a nivel estatalista-totalitario justificaban la destrucción del Plan de la Obra Nacional Corportativa elaborada al principio de la guerra por la Comunión legitimista y que englobaba la friolera de medio millón de socios repartidos en sus diferentes y autárquicas comunidades y sociedades independientes y protegidas de la invasión del Estado? ¿Considera usted de justicia social o de bien común la destrucción y/o absorción en nombre del "interés general" (excusa espuria y voluntarista de todo totalitarismo) de toda esa red de sociedades de seguridad, mutualidades, montes píos, sociedades de socorros, etc., etc., etc.., creadas como escudo durante la etapa del liberalismo isabelino-alfonsino totalitario, no sólo por los legitimistas sociales españoles, sino también por las asociaciones católicas vinculadas a la Iglesia (acción católica, jornadas de acción social, etc...)? Recomiendo la lectura de la crítica lanzada por Jose María Arauz de Robles en este espinoso asunto.
Y si descendemos al terreno industrial (con Franco se realizó al mismo tiempo la Revolución Industrial y la Planificación que en los demás países del entorno occidental se desarrollaron en dos etapas distintas, pero siempre dentro de las mismas directrices de los Organismos Mundialistas), encontramos las mismas críticas lanzadas por los católicos tradicionales-sociales españoles que en el resto de los países occidentales donde se implantaron. Se me ocurren tantas críticas que no si no por donde empezar, y es que realmente resulta difícil hacer entender el carácter destructivo del bien común de estas políticas (anti)económico-sociales. Y es que la mentalidad tecnocrática siempre vé el beneficio inmediato parcial que supone la toma de una medida, pero no vé o es incapaz de ver los efectos colaterales desastrosos que esa medida tiene en relación a los beneficios esperados. Como decía Juan Vallet de Goytisolo, una persona dominada por la ideología tecnocrática (la peor de todas las ideologías anticristianas jamás concebidas) toma una decisión que beneficia a un sector de la población mientras al mismo tiempo perjudica a otro sector o a la mayoría, o toma una medida que beneficia provisionalmente a la mayoría de una generación, pero perjudica a todos los de la generación siguiente, y así se podrían dar más ejemplos de decisiones parciales propias de las "mentes privilegiadas" de lo tecnócratas.
Un tecnócrata te dirá, por ejemplo, que la producción de huevos se ha disparado hasta límites insospechados, y a esto C. H. Douglas contestaba que él no quería comer un huevo que se hubiera producido en un fábrica por gallinas sin ver la luz y apelotonadas y alimentadas de pienso artificial dentro de una fábrica (pero claro esta es la letra pequeña del contrato que un ténocrata no te dirá porque no salen en las estadísticas ni en los números que tanto les gustan y se vuelven locos por ellas). O, por poner un ejemplo más característico del típico franquista, la macroconstrucción de un macropantano, que recibiría los correpondientes elogios del tecnocráta, pero a lo que Chesterton contestaría denunciando, no ya sólo el impacto medioambiental que perjudica a la larga al bien común de la comunidad, sino a la forma centralista-totalitaria con la que se controlan, por medio de estas macroconstrucciones, el agua y la electricidad de la comunidad política y, que, por supuesto, el tecnócrata de turno decidirá que cantidad se podrá utilizar y cuándo, por decisión propia, podrá cortarse el suministro centralizado totalitariamente del agua y de la electricidad. Otro ejemplo, que he comprobado personalmente en los campos de Sevilla, en donde en los años ´60 se realizó una política de subvenciones para favorecerer el arranque de los ólivos centenarios y su sustitución por cultivo de trigo porque así lo exigía la política tecnocrática del aumento de la producción de trigo para la exportación en esa coyuntura temporal: ¿un tecnócrata valorará el impacto que tiene destruir hectáreas y hectáreas de olivar centanario que han costado siglos y siglos crear, sólo porque, según el tecnócrata, la coyuntura temporal del momento así lo exigía? Mi profesor de Estadística Financiera en la Universidad nos ponía el ejemplo también de cómo la pobre población española tenía que reaccionar a las políticas de los tecnócratas: en la primera mitad de los ´70, en plena crisis internacional económica, los tecnócratas sacaban pecho de que en suelo español no había inflación del precio del pan, porque habían impuesto la obligatoriedad de un precio fijo; ahora bien, para que los panaderos pudieran sobrevivir en su negocio frente a esta medida estúpida y desnortada, iban poco a poco, para poder cubrir costes, reduciendo sin que se notara la longitud de la barra de pan. Pero claro este tipo de inflación no nos la van a contar los tecnócratas franquistas porque, como es imposible de cuantificar en su impacto social, no salen en las estadísticas que tanto les gusta agitar a los cuatro vientos (por supuesto, esto de la barra de pan, extiéndase a otros muchísimos ejemplo de otras mercancías-servicios, como por ejemplo, el asunto de los arrendamientos que tanto estudió Juan Vallet de Goytisolo). Otro ejemplo: el de las viviendas, donde las planificaciones urbanas controladoras totalitarias de los edificios-colmena, así como la corrupción en las promociones, estaban al orden del día (otro caso muy bien estudiado por Juan Vallet), algo que no ha cambiado, por desgracia, en el actual régimen juancarlista (aún cuando se han construido muchísimas más VPOs en el actual régimen que en el anterior, pero que, como digo y recalco, esto, por supuesto, no es en sí, como los tecnocrátas tanto pregonan, un criterio del bien común).
En fin, para no alargar más los ejemplos (que sólo pongo a título de muestra y que podrían ser objeto de un mayor desarrollo ulterior). Lo que quiero señalar son dos cosas: 1. Que estas políticas (implantadas tanto en territorio español por el franquismo y su heredero el juancarlismo) no sólo no contribuyen al bien común verdadero, sino que más bien lo destruyen, y que una política genuninamente restauradora del bien común social, esto es, una verdadera restauración social de la comunidad política española, pasa necesariamente por políticas que sean diametralmente opuestas al tecnocratismo franquista-juancarlista. 2. Que los posibles benefecios pasajeros y temporales que la implantación de las susodichas políticas pudieran haber hecho en los españoles -y que no compensan, por supuesto, el fundamental y nuclear desarrollo destructivo de dichas políticas- no pueden ni siquiera achacarse de manera causal a esas políticas (lo que a su vez redundaría, por inclusión, en un juicio positivo del régimen en donde cronológicamente se implantaron) ya que también pueden explicarse perfectamente como un puro efecto accidental, puntual y coyuntural de esas mismas políticas fundamentalmente malas (y sobre esto he escrito también riadas de párrafos en otros hilos en el subforo de Economía para a quién le interese).
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