Revista FUERZA NUEVA, nº 546, 25-Jun-1977
Futuro
(…) Para nosotros, no cabe duda alguna de que estos comicios han representado un gran triunfo marxista-separatista. Los votos social-comunistas, unidos a los de los separatistas de Cataluña y Vascongadas, suponen una amplia mayoría y la realidad de un vuelco total en la línea del sentimiento mayoritario del pueblo español.
De ahí tenemos que cifrar las bases de lo que ha de ser el futuro inmediato de la Patria. El triunfo centrista no es más que una entelequia montada desde el poder, sin otra base que la oportunista y circunstancial, pero sin fundamento claro de apoyatura para el combate que se avecina en el ruedo político nacional. Por eso, en buena lógica, no debemos pensar en el centro, teóricamente, triunfador electoral, como una realidad futura de poder trascendente, sino como un ensamblamiento provisional de fuerzas que más pronto o más tarde han de desintegrarse al socaire de sus egoísmos, de sus pactos posteriores o de la misma tentación de un poder más amplio.
Por todo ello nos encontramos con que el único aglutinador masivo y auténticamente válido en cuanto a representatividad popular son los partidos separatistas, el PSOE y el PCE dentro de las fuerzas políticas adversarias a cuanto representaba el Estado del 18 de julio y que se han alzado verdaderamente con la victoria electoral en un sentido más amplio de autenticidad, aun cuando esto represente, a su vez, un engaño en la intimidad filosófica y política de una gran parte de los que les dieron su voto.
Esto nos lleva, de cara al futuro, a pensar en un Gobierno marxista-separatista, una vez que el descrédito popular del Centro se haga patente, unido a la imposibilidad en que ha de verse de solucionar todos los conflictos pendientes, más los que se le originen, en el ámbito socioeconómico de la nación. Gobierno social separatista que a su vez traerá un federalismo de Estado y la conducción inexorable del mismo hacia la institucionalización de la III República.
Frente a esto, no cabe la oposición parlamentaria, viciada en su origen por una falsa representatividad, consecuencia de los defectos naturales de su propia inorganicidad. Sólo puede frenarse esta marcha hacia la total descomposición del Estado, es decir, hacia el caos moral e ideológico, hacia la ruptura de la unidad de la Patria, en razón a una concienciación mayoritaria del pueblo español en cuanto al error cometido y por ello hacia una decisión heroica de hacer retornar la razón y con ella, los sentimientos auténticamente patrióticos de las gentes (…)
Vemos el futuro, el próximo mañana, con indudable pesimismo. Palpamos una España que se despierta ahora portando revanchismo, y no sólo ideológico, que conlleva un ímpetu negativamente revolucionario y desintegrador de la Patria, sin una fuerza positiva y firme enfrente que pueda, hoy por hoy, frenar esta línea caótica y antinacional.
Sin embargo, tenemos fe en España, y por ello confiamos esperanzados en que el hoy sólo sea una triste realidad episódica y no la culminación definitiva de un proceso histórico de degradación nacional, de destrucción de los valores permanentes de la Patria, del no ser, en definitiva, de España.
Ramón de Tolosa
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